Un triciclo eléctrico a energía solar cambió totalmente la vida de la campesina zimbabuense Danai Bvochora, que sufre menos en las tareas de la granja y gana más dinero en el comercio de sus productos.Hasta la llegada del bendito triciclo, la modesta granja agrícola de Bvochora producía, literalmente, dolores de cabeza y más pérdidas que ganancias.
«Llevábamos mucho peso en la cabeza, el triciclo alivia la carga», asegura esta campesina de 47 años de Domboshava, cerca de la capital Harare, antes de emprender un viaje de ocho kilómetros por una carretera llena de baches.
«Lo usamos incluso para ir a misa», se entusiasma Danai, tras comentar que un viaje de compra de grano para alimentar a sus gallinas antes costaba 12 dólares. Actualmente paga el equivalente de 2,5 dólares por cargar el triciclo cada 15 días. «Ahora mis gallinas me hacen ganar dinero», dice a la AFP esta madre de familia, integrante de un grupo de mujeres de esta pintoresca zona, conocida por sus colinas, que recibió el año pasado un triciclo financiado por la Unión Europea para ayudar a agricultoras de granjas pequeñas.
Fabricados en Harare por la empresa social Mobility for Africa, estos vehículos de tres ruedas existen en Zimbabue desde hace tres años, cuenta su fundadora, Shantha Boemen. Hasta entonces, las mujeres caminaban largos trayectos con el cuello rígido bajo el peso de la mercancía que llevaban sobre sus cabezas.Pero la llegada de los triciclos fue recibido con algunas dudas, recuerda la estadounidense, radicada en Zimbabwe desde inicios de los años 1990, cuando llegó contratada por una agencia de la ONU.»Al principio estábamos muy solos» y el equipo tenía que convencer a los inversionistas de que el proyecto era viable. «Nadie hablaba entonces de la movilidad eléctrica en África y menos en ayudar a las mujeres campesinas«, agregó.
Algunos vehículos, apodados Hamba o «Adelante» en la lengua local ndebele, fueron comprados por la UE y entregados a la población, mientras que otros se alquilan por cinco dólares diarios. Phyllis Chifamba, de 37 años, utiliza su Hamba alquilado como taxi. Ella lleva enfermos a la clínica, mujeres embarazadas a sus citas médicas, campesinos a hacer compras. «Así alimento a mi familia, pago la escuela de mis cuatro hijos«, cuenta.
La economía de Zimbabue, seriamente deprimida desde hace 20 años, en especial en las zonas rurales, es impulsada principalmente por el sector informal, como estas agricultoras de Domboshava. Frasia Gotosa se gana mejor la vida desde que va al mercado en triciclo, porque sus verduras no se pudren mientras espera el autobús. «Ahora, cuando llego al mercado, mis productos están frescos«, dice sonriendo.