Cuidarse
¿ESTÁS PASANDO POR UNA CRISIS EXISTENCIAL? DESCUBRE LAS SEÑALES Y CÓMO SUPERARLA
UNA CRISIS EXISTENCIAL ABARCA SENTIMIENTOS ABRUMADORES DE TEMOR, ANSIEDAD, CONFUSIÓN E INSATISFACCIÓN EN TORNO A LAS CUESTIONES MÁS PROFUNDAS DE LA VIDA
En algún momento de nuestras vidas es probable que nos sintamos abrumados por la existencia misma y que, en ocasiones, ese sentimiento de desasosiego se convierta en una crisis existencial. Durante estos períodos nos preocupamos por el futuro, reflexionamos sobre el significado de la vida, cuestionamos nuestras creencias, valores y metas personales, o experimentamos temores acerca de nuestra propia mortalidad.
Una crisis existencial implica una serie de sentimientos abrumadores, como el miedo, la ansiedad, la confusión y la insatisfacción, que giran en torno a las cuestiones más profundas de la vida. Nos preguntamos quiénes somos realmente, cuál es nuestro propósito en este mundo, qué ocurre después de la muerte o cuál es el sentido de la existencia. También nos cuestionamos si estamos viviendo de acuerdo con nuestros valores y nos enfrentamos a una serie de interrogantes sobre nuestra propia vida y el mundo en que vivimos.
Es importante destacar que una crisis existencial no es necesariamente negativa. Aunque puede ser una experiencia desafiante y perturbadora, también puede ser un momento de crecimiento, autorreflexión y transformación personal. Muchas personas encuentran en estas crisis la motivación para buscar cambios significativos en sus vidas, reevaluar sus prioridades y tener un sentido renovado de propósito y dirección.
Lo cierto es que atravesar por una crisis existencial no es fácil. Puede implicar sentimientos de temor, ansiedad y, en algunos casos, incluso síntomas depresivos, como la desesperanza. A menudo, las personas que están pasando por una crisis existencial pueden parecer estar bien en el exterior, pero, en realidad, están experimentando un miedo y una incertidumbre paralizantes en su interior.
¿Qué ocasiona una crisis existencial?
Hay diversos factores que pueden desencadenarla, como eventos o situaciones que desafían nuestra propia identidad. La muerte de un ser querido, una enfermedad grave, un cambio importante en la vida, la pérdida de un trabajo o la sensación de que nuestras actividades diarias carecen de sentido son sólo algunos ejemplos. Básicamente, cualquier evento que modifique bruscamente nuestra vida o nuestra percepción de ella puede provocar una crisis existencial.
Asimismo, existen diferentes tipos de crisis existenciales que pueden ocurrir según la etapa de vida en la que nos encontremos. Durante la adolescencia, cuando se adquiere la identidad y se comienza a pensar en el futuro, es común experimentar una crisis existencial, debido a los cambios y transiciones tanto físicos como emocionales y mentales que se dan en esa etapa.
También existe la llamada «crisis de un cuarto de vida», que se da alrededor de los 20 años, cuando los adultos jóvenes hacen la transición al mundo laboral, se independizan y asumen la responsabilidad de sus propias vidas.
A medida que envejecemos, se presentan crisis de la mediana edad alrededor de los 30 y los 40 años, etapas en las que solemos reflexionar sobre las decisiones pasadas y las oportunidades perdidas. Por último, están las «crisis de la vejez», que ocurren durante la tercera edad y se caracterizan por preguntas sobre la mortalidad, la enfermedad, el legado, el arrepentimiento y el propósito.
No importa cuándo ocurra una crisis existencial, es probable que experimentemos sensaciones similares. Cuando reevaluamos nuestras vidas surgen emociones de ansiedad, estrés, arrepentimiento y tristeza. Con el paso del tiempo es más común reflexionar sobre la fugacidad de la vida, lo cual puede motivarnos a realizar cambios para aprovecharla y disfrutarla al máximo.
¿Cómo saber si estás atravesando una crisis existencial?
Aquí te presentamos algunas señales que pueden indicar que te encuentras enfrentando una crisis existencial:
- Depresión y ansiedad: las crisis existenciales se caracterizan por intensos sentimientos de ansiedad en torno a la vida. A veces, ser conscientes de la mortalidad o de los aspectos negativos del mundo puede generar tristeza y desesperanza.
- Falta de motivación: constantemente te preguntas cuál es el propósito de tu vida y de tus acciones. Cuestionas el sentido de tu trabajo, tus responsabilidades, tus relaciones e incluso el cuidado personal. Esto puede hacer que te sientas desmotivado para afrontar tus roles cotidianos en la familia, entre los amigos o en el trabajo, ya que no les encuentras un significado ni un sentido.
- Pensamientos existenciales recurrentes: si no puedes dejar de pensar en temas como la muerte, el significado de la vida o los problemas del mundo, es otra señal de una crisis existencial. Estos pensamientos pueden volverse tan penetrantes que afectan tu calidad de vida y disminuyen tu motivación para enfrentar los desafíos cotidianos.
- Sentirse atrapado en el pasado o en el futuro: si la crisis existencial fue desencadenada por un evento trascendental de tu pasado, es posible que te obsesiones con él y te sientas incapaz de avanzar, incluso con el paso del tiempo. De manera similar, algunas crisis están más relacionadas con el futuro y generan incertidumbre por lo que pueda o no suceder y estrés ante lo desconocido, como el temor a no descubrir tu propósito o no dejar un legado.
- Sensación de aislamiento: la soledad puede desencadenar una crisis existencial cuando nos lleva a reflexionar sobre las relaciones en nuestra vida. Además, la crisis suele ser un proceso solitario que dificulta la conexión con los demás mientras intentamos conectarnos con nosotros mismos.
¿Cómo superar una crisis existencial?
Si estás atravesando una crisis existencial, lo más importante es saber que podrás superarla y que no te quedarás en ese estado para siempre. Incluso puedes aprender de esta crisis y convertirla en algo positivo al utilizarla como catalizador para efectuar cambios en tu vida y lograr una comprensión más profunda de quién eres.
Aquí te presentamos algunos enfoques clave para manejar una crisis existencial:
- Identifica lo que es significativo para ti: encuentra formas pequeñas pero poderosas de darle significado a tu vida. En lugar de enfocarte en grandes preguntas existenciales sobre el sentido de la vida, busca respuestas a preguntas más concretas sobre cómo puedes impactar al mundo que te rodea y marcar una diferencia. Concéntrate en lo que puedes controlar y hacer, en lugar de preocuparte por lo que escapa a tu influencia.
- Cultiva tus relaciones: la soledad puede desencadenar una crisis existencial y desesperación, por lo que contar con una red de apoyo en momentos difíciles es fundamental. Procura mantener una conexión cercana con tus seres queridos y cultiva relaciones significativas. Rodéate de personas que fomenten, motiven e inspiren objetivos de vida positivos.
- Cambia tu perspectiva y vive el momento presente: este paso puede ser el más difícil al salir de una profunda crisis existencial. Aprender a reformular tus pensamientos es un proceso que requiere tiempo, paciencia y mucha atención. Trata de estar presente en el aquí y ahora, evitando caer en la añoranza o el arrepentimiento del pasado, así como en las preocupaciones sobre el futuro; practicar la atención plena y la meditación te puede ayudar con este punto.
- Practica la gratitud: es una forma de entrenar a tu cerebro para buscar las cosas positivas en el mundo. Tener presente aquello por lo que estás agradecido (puedes escribirlo en un diario, por ejemplo) te servirá como recordatorio de que existen cosas, incluso pequeñas, por las que puedes sentirte agradecido y conectado con la vida y su significado.
- Busca ayuda profesional: si has intentado estos enfoques y sientes que las cosas no mejoran, si te encuentras atrapado en ese estado de crisis y comienza a afectar tu bienestar, lo más recomendable es buscar el apoyo de un profesional de la salud mental.
Enfrentar una crisis existencial no es fácil. Al dar vueltas a las cosas que suceden en tu vida y en el mundo, descubrirás que hay mucho por lo que sentirte frustrado, confundido, enojado, triste o asustado. Sin embargo, al reflexionar y agradecer por lo que tienes, por tus logros y por tus capacidades, una vez superada esa etapa de crisis, te darás cuenta de que también hay muchas cosas que valen la pena y que te hacen sentir pleno, feliz y esperanzado.
Recuerda que, aunque una crisis existencial puede confrontarte con arrepentimientos y temores profundos, lo que realmente importa es cómo la enfrentas y cómo la utilizas para impulsarte hacia una mejor dirección, para cambiar lo necesario en ti y en tu vida y crear una versión mejorada de ti mismo.
Cuidarse
Cómo abrir una cerveza sin abridor: del cinturón a las tijeras
Muchos spots presentan momentos entrañables, divertidos o inolvidables donde se comparte esa bebida que se anuncia con familia y amigos. La verdad es que lo clavan y al vivirlos en persona se disfruta como nunca. Pero qué pasa si llegado el momento falta el abridor y esa chapa del botellín de cerveza, mejor sin alcohol, se vislumbra como un huracán capaz de chafar la experiencia.
Hemos encontrado hasta siete trucos sobre cómo abrir una cerveza sin abridor en nuestro empeño por aportar soluciones, no solo a las grandes necesidades, sino también a estas mucho más insignificantes. Por supuesto, hay que ponerse en contexto e imaginarse que no hay ningún comercio abierto donde comprar un abridor o pedirlo prestado y tampoco existe la socorrida posibilidad de pedírselo a un vecino.
Con un cinturón
Lo más probable es que alguien del grupo que se ha reunido ya sea familiar o amigo lleve puesto un cinturón. En realidad, su hebilla, si es de las normales, se parece mucho a un abrebotellas de modo que sirve perfectamente para retirar cualquier chapa.
Con un billete
Los billetes se fabrican con materiales que le dotan de una resistencia y una firmeza muy superior a la de cualquier otro papel. En este caso hay que doblar un billete verticalmente por la mitad y enrollarlo tan apretado como sea posible. A continuación, se vuelve a doblar por la mitad y su borde así doblado se transforma en un potente abridor. Solo hay que meterlo bajo la chapa y hacer presión hacia arriba para liberar la botella.
Con la chapa del marco de una puerta
Los marcos de las puertas incorporan una placa metálica con una pastilla curvada que sobresale en la que se desliza el pestillo y se encaja en el interior para que queden cerradas. El truco consiste en aprovechar ese saliente curvo y metálico para encajar la chapa de la botella y hacer presión sobre ella de modo que se abra.
Con las llaves de la puerta de casa
Se trata de elegir la llave más larga que se tenga a mano y, agarrando con fuerza la cabeza de esta llave, introducir la punta debajo de la chapa y después girarla hacia arriba. Puede que haya que repetir la maniobra varias veces metiendo la punta en el mismo hueco de la chapa hasta conseguir que se afloje y se abra la botella.
Con la cubertería
Con una cuchara o un tenedor se puede liberar la botella si se usan a modo de palanca. Solo hay que meter la punta del cubierto bajo la chapa y hacer fuerza hacia arriba para conseguir deformar sus bordes hasta que se desprenda del cuello de la botella.
Con unas tijeras
Las tijeras de cocina o de costura se suelen fabricar de acero al carbono niquelado, una aleación de acero y carbono que es más resistente que el acero inoxidable. Menos las tijeras escolares, todas sirven para quitar la chapa de una botella. Se abren las cuchillas y se mete la chapa en medio para hacer fuerza hacia arriba con las tijeras. Al final, la chapa se suelta y salta.
Con un golpe de mano
Lo primero es localizar un borde de un poyete o de una mesa, mejor de piedra o de un material resistente para no dañarlo. Con una mano se sujeta con firmeza el cuello de la botella y a su vez se coloca la parte saliente de la chapa en ese borde. A continuación, con la otra mano se da un golpe seco a la chapa hacia abajo. Lo normal es que al primer golpe no se abra, pero enseguida se coge práctica.
Cocina-Recetas
¿Cómo quitar el exceso de aceite en fritos y comidas?
Cocinar es todo un arte que incluye también precisión y disciplina, pero por mucho que sigamos la receta al pie de la letra, puede ser que el resultado no sea el esperado. Esto pasa en muchas ocasiones con las frituras, que queremos que queden perfectas y acaban rebosando aceite.
La fritura consiste en sumergir un alimento en aceite caliente hasta que se cocine bien por dentro, quedando crujiente por fuera. Algunos productos, como las patatas, las verduras, el pescado o elaboraciones como las croquetas, son perfectas para ello.
Los expertos en nutrición destacan que lo mejor es cocinar sin mucha grasa o con un bajo contenido en aceite, no obstante, hay recetas en las que se necesita, como en este caso, casi a la fuerza. Por eso, si queremos hacer estos platos más saludables, es aconsejable quitar el exceso de aceite que pueden absorber durante el proceso de fritura. Te contamos como hacerlo.
Procura utilizar aceite de oliva
El aceite de oliva es el más saludable a la hora de freír, aunque parezca que las frituras no son saludables, lo cierto es que muchas veces depende del producto que utilicemos. Y los expertos han demostrado que algunos alimentos, como las verduras, fritos en aceite de oliva virgen extra (AOVE) mejoran su capacidad antioxidante al transferir el aceite sus fenoles a los vegetales.
Además, el aceite de oliva es el más estable a altas temperaturas, lo que permite mantener bien y durante más tiempo los grados necesarios para llevar a cabo una fritura adecuada, pues supone que los alimentos se frían rápidamente y absorban menos cantidad de aceite que con otro tipo de grasas.
Alimentos bien secos
Si los alimentos se acaban de descongelar suelen tener exceso de humedad lo que hace que al freírse absorban mucho más aceite. Es muy importante secarlos antes de meterlos a freír. Esto ocurre mucho con las patatas fritas, por eso es bueno secarlas con papel de cocina, esto no solo ayuda a quitar el exceso de agua, sino que también tendremos unas patatas fritas mucho más crujientes y con mucho menos aceite.
El pescado y las verduras también suelen tener más agua de la deseada a la hora de freírse, en este caso es conveniente pasarlos por harina antes de freírlos para evitar que absorban tanto aceite. Y, en el caso de que vayamos a freír directamente productos congelados, como las croquetas, intentaremos evitar que tengan cristales de hielo, ya que esa agua contribuirá a que el resultado sea peor y también que nos podamos quemar durante la fritura.
Freír en pequeñas porciones
Para que la fritura quede perfecta es mejor freír los alimentos de poco en poco. Es preferible hacer muchas tandas en pequeñas cantidades o en porciones pequeñas que llenar el cestillo en exceso. Haciéndolo de poco en poco se cocinarán correctamente por todos lados y de manera más rápida. Hacerlo todo de una vez, para evitar hacer varias tandas, tiene como resultado que alimentos pegados entre ellos, convirtiéndose en una masa y absorbiendo mucha más cantidad de aceite, sobre todo si hablamos de croquetas.
Escurrir bien la fritura
Escurrir los alimentos una vez fritos es fundamental, para ello, podemos utilizar una rejilla metálica o el tradicional papel de cocina absorbente. Con ello lograremos retirar el exceso de aceite que hayan absorbido los alimentos y haciendo que sean más ligeros. Eso sí, el proceso de escurrir, sobre todo si usamos papel, debe ser rápido porque, si lo dejamos mucho tiempo, podríamos perder el crujiente que proporciona la técnica de la fritura.
Freidoras de aire, la alternativa a la fritura
Como alternativas a los fritos existen pequeños electrodomésticos que “fríen” sin aceite, como las freidoras de aire. Similar a un horno eléctrico pequeño, este equipo utiliza un moderno sistema que le permite repartir el calor de manera homogénea, logrando reducir el uso de aceite en un 97%, pero manteniendo los sabores y texturas de tus preparaciones favoritas.
Cuidarse
¿Es saludable comer 3 huevos al día? La ciencia responde
Existen miles de mitos en torno a la cantidad de huevos que se pueden comer en un día, lo que ha hecho que muchas personas se abstengan de ingerirlo. Entre esos mitos, se le atribuyen algunos daños al organismo, como que puede elevar los niveles de colesterol malo, desmentido incluso por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Un huevo aporta seis gramos de proteína y 14 nutrientes esenciales, incluyendo vitaminas A, B, D y E, además de ser fuente de calcio, selenio y yodo. Por eso, se considera que los huevos son uno de los alimentos más nutritivos disponibles a nivel mundial, según los expertos del Centro Internacional del Huevo y la Nutrición (IENC).
La Universidad de Connecticut (EEUU) ha realizado un estudio publicado en la revista ‘Nutrients’ sobre el impacto del consumo de huevos en adultos jóvenes sanos. Este estudio de 4 semanas midió el efecto de una dieta sin huevos, otra en la que se tomaban 3 claras al día y, por último, una dieta en la que los participantes consumían 3 huevos enteros al día.
La investigación comprobó que el consumo de huevos enteros mejoró la calidad nutricional de la dieta en las personas que consumieron los tres huevos enteros. También mejoró el nivel de colina, el de colesterol HDL o bueno y los aminoácidos en sangre relacionados con el riesgo de diabetes tipo 2. En cambio, los que comieron solo claras dieron peores resultados de aminoácidos en sangre indicativos de riesgo de diabetes tipo 2.
Beneficios del huevo para la salud
Un huevo contiene 215 mg de colesterol por yema, no obstante nuestro cuerpo solo absorbe el 15% cuando lo consumimos con junto a otros alimentos, lo que significa que es un alimento muy necesario para mantener una dieta equilibrada. Posee todas las vitaminas que necesita una persona excepto la C, todas ellas se reparten de forma desigual entre la yema y la clara, por lo que es muy importante comerse el huevo entero.
En la yema se encuentran de forma exclusiva las vitaminas liposolubles, A, D, E y K; el ácido fólico y la vitamina B12, donde se recoge también la mayor parte del ácido pantoténico, la biotina y las vitaminas B1 y B6. En la clara del huevo están los aminoácidos y polipéptidos, cuya función es favorecer la absorción del hierro en el intestino delgado.
El huevo es un alimento que tiene un gran valor nutricional, según datos de la Fundación Española de la Nutrición. Entre sus principales propiedades están:
- Son ricos en vitaminas del grupo B (B1, B3, B12, ácido fólico y biotina), A, E y D.
- Son fuente de colina, un aminoácido esencial para el sistema nervioso.
- Tiene minerales como el selenio, el zinc, el fósforo o el hierro.
- Es rico en proteínas: cuenta con todos los aminoácidos esenciales que el cuerpo necesita.
- Ayudaría a prevenir los problemas oculares debido a sus contenidos de luteína y caxantina.
La proteína del huevo es de muy alta calidad. Es su principal valor nutricional. Como decíamos, la mayor parte se encuentra en la clara y contiene los nueve aminoácidos esenciales. Es un alimento fácil de masticar y digerir y tiene una gran capacidad saciante, perfecto para reducir el picoteo entre horas.
Su aporte graso es del 11% y, en contra de lo que se cree, la grasa del huevo se encuentra presente únicamente en la yema. Si quieres reducirla, bastaría con preparar una tortilla con varias claras y tan solo una yema. Aun así, es importante tener en cuenta que en la grasa se encuentran algunas vitaminas y ácidos grasos esenciales para nuestro organismo.
Lo ideal es consumir un huevo entero, pues nos aporta cantidades significativas de una amplia gama de vitaminas, especialmente la B12, que solo está presente en alimentos de origen animal, y otras como la A y D, localizadas en la yema. También cuenta con un buen aporte de ácido fólico y minerales (hierro, fósforo, selenio, yodo y zinc) que contribuyen a cubrir gran parte de las necesidades diarias de nutrientes.
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